Deseos universitarios (1)

Unmade-bed-010

Ramón vino fugazmente atravesando el piso de madera brillante de su apartamento para cuando me vio despierto. Él estaba en ropa interior, descalzo, y portando su camiseta sin mangas color blanco de los Rolling Stones. Había prendido previamente la radio y sintonizado la estación de música clásica. Actuaba realmente como todo puto un poeta. La verdad es que su actitud era realmente fuera del común denominador de una persona que conozco: es un hombre sencillo, gracioso y culto: la mejor combinación existente. Es un tipo alto y se amolda al típico estereotipo de “sabiondo” intelectual, usa gafas y una fina barba. Ramón no es musculoso en lo absoluto (solo tiene un poco de pancita, nada más), es simplemente él, un tipo en sus 30s que sabe vivir la vida y que no se hace problema alguno por nada. “Algo” atractivo, pero no un típico macho peludo de porte griego, era simplemente la persona que buscaba desde hace un buen tiempo para entablar una buena amistad.

Sus velludas piernas y grandes brazos me hacían recordar la noche de ayer, que, a duras penas, puedo creer que pasó. Fue un buen sexo, lo admito. Nunca antes había experimentado con gente mayor y definitivamente me gustó hacerlo. Los maduros son muy experimentados, se aprende mucho. Se puso sus lentes y me miró de reojo mientras fue a su escritorio a sacar algunos papeles para su día. Sacó algunos libros y textos de filosofía. Bostecé un poco y le sonreí con ganas, sabía que le gustaba mi sonrisa tanto como a mí la suya. Había amanecido con una erección matutina, de las que todos tienen y que a veces se les es a algunos difícil contener. No quería decírselo, tal vez él querría repetirlo, pero suponía que era casi tarde para volver a hacerlo. Me sonrió y se sentó al lado de la cama.

-¿Cómo amaneciste, campeón?- me dijo suavemente de una manera entusiasta, padre a hijo tal cual. Me gustaba que me dijera campeón, me hacía sentir importante y sobretodo alguien a quien él considera especial.

-Un poco cansado… pero solo un poco, eh- le respondí con claridad. El sueño me mataba, su cama era realmente cómoda. Las sabanas limpias y suaves hacían que se convirtiera en un imán del sueño. Una buena inversión que hizo con su esposa.

-¿Cansado? ¡Já! Fue mejor que tus partiditos de Baloncesto!- ironizó- ¿O no?

-Tú no sabes lo que es correr de un lado para otro como rata de alcantarilla en una cancha, Ramón. Pero sí, esto fue mejor que un partido, de hecho- le respondí mientras me acurrucaba entre sus almohadas.

-Para mí lo ganaste, Tavo. Hoy también lo harás, estoy seguro de eso- me dijo acariciándome la cabeza y recordándome del partido de baloncesto que tendría hoy en la universidad. Se recostó a mi lado. Yo llevaba el pelo muy pero muy corto, eso a él le encantaba y más aún masajearme. Sólo por él me había crecido un poco la barba y aparentaba un chico mayor de mi edad, le gustaban los hombres que emanaban virilidad y eso a mí también. Yo solo me disponía a dejarme llevar por su cariño. Habíamos alcanzado una confianza increíble.

-Estoy nervioso, ¿sabes? Es un partido importante.- le dije.

-¿En serio lo estás? No me jodas. Tú eres bueno. Es imposible que me vengas con mariconadas ahora. Confío en que ganarán. ¿Acaso no eres uno de los mejores en el equipo?- me dijo preocupado pero a la vez un poco más suelto y confianzudo- tú y Sebastián hacen la dupla perfecta del equipo- me dijo. Sebastián y yo somos los más altos del equipo pero no los mejores. Me considero bueno en el baloncesto pero admito que en mi equipo hay realmente muy buenos jugadores que yo. Quizá me dijo esto para que me tranquilizara. Era un partido importante y mucha gente iría a alentarnos, incluyendo a Ramón. Había mucha presión de por sí.

-¿Yo y Sebas? Já! Somos los dos más malos del torneo- le dije en risas.

-Ánimos, campeón que todo saldrá bien, te lo prometo- me dijo acariciándome el rostro y en un tono más bajo mirándome a los ojos.

-Gracias, profe.- le dije más calmado con una sonrisa.

Se acercó a mí, cerré los ojos y me besó en los labios. Al principio me quedé inmóvil, en serio no lo pude creer. Realmente pasó. Reaccioné y arremetí con el ósculo que tanto me había guardado y añorado. Ramón rio un poco.

-Querías hacerlo desde hace tiempo, ¿no?- me dijo rápidamente sin parar de besarme.

-¿Qué cosa?- le dije irónicamente.

Paró y me miró. –Besarme.

-Todo el semestre- le respondí y volvimos al acto.

Tal vez había una meta que nunca pensé llegar a realizar: pasar un buen rato íntimo con mi profesor de filosofía al cual tanto había deseado en el semestre y ese beso, en toda su instancia, lo confirmó. Lo pude sentir como nunca antes. Fue un beso fuerte, realmente no había besado así desde que había conocido a mi primera enamorada, e incluso esto fue mucho mejor. Acariciar su rostro y parte de su pecho me excitó más de lo debido. Ambos estábamos arrodillados en la cama, nos habíamos Ya había alcanzado la erección antes, pero esta vez mi miembro ya miraba al cielo y se encontraba eyaculando fluidos pre-seminales. Las sabanas se cayeron de mi cintura y Ramón se percató de mi estado de excitación, era más que visible a la vista. Su bóxer vislumbraba una repentina presión en mi abdomen y ya podía sentir los estragos del momento. Sin dejar de besarme, agarró mi miembro y lo empezó a masturbar suavemente de arriba para abajo. Me dejé llevar por la situación y le bajé lentamente el bóxer suelto que llevaba hasta que su aparato incircunciso salió rebotando de arriba para abajo erecto. Nuestras “espadas” chocaron y se mantuvieron juntas y firmes durante el beso que tratábamos no de concluir. Ramón era una máquina de fluidos, su capacidad de pre-eyacular era increíble al punto de que el líquido transparente mojaba gran parte de mi pene. Paramos de besarnos y nos miramos. Llevé mi mano a la cabeza de su pene y lubriqué mi miembro con su líquido pre-seminal para luego masturbarme mientras lo miraba fijamente a los ojos.

-¿Ese es un buen síntoma sabes?- me dijo.

-¿El lubricar mucho? Sí, ya me lo estás demostrando- le dije con una pequeña risa.

Él no es dotado ni yo tampoco, pero eso sí, él la tiene un poco más grande que yo. El tamaño de nuestros penes no fue excusa alguna para nada; poco le interesaba si yo la tenía relativamente más grande que la de él o viceversa. “Lo bueno es pasarlo rico, Tavo”, me dijo anoche.

Me empezó a besar por el cuello y bajó hasta mi abdomen en donde sabría que más abajo se detendría a chupármela. Sabía que lo haría.

Se sentó en frente de mi miembro y me miró con una sonrisa realmente tierna.

-¿Me puede usted dar el permiso de acceder a lamer su aparato reproductor?- me preguntó calmadamente ironizando su papel de profesor.

-Hágalo, con todo el gusto, profe- le respondí.

“Aquí vamos de nuevo”, pensé rápidamente. Tome un respiro, cerré los ojos y pensé en el primer día de clases, cuando lo conocí y cuando menos pensé que se fijaría en mí. Pensé en lo a atractivo que era cuando me empecé a fijar en él y también en sus clases cuando me daba prioridad en algunas cosas. En cuando algunas chicas comentaban que era “tierno” y que les parecía simpático y él les respondía con miradas seductoras.

Abrí los ojos, baje la mirada y me encontré con ese profesor al cual yo tanto deseaba, completamente desnudo y lamiéndome el falo erecto inquietamente mientras este se masturbaba. Lo que nunca pensé llegaría a pasar, pasó. La sensación de placer era increíble. Era un mamador de nivel A. El muy pendejo se moría por mí y en especial por mi pene, yo lo sabía. Realmente estaba concentrado en lo que hacía. Lamía como un actor de película porno, iba tranquilo, sin apuro alguno. Quería hacerme gozar y parecía tener la fórmula. El movimiento de su lengua en la cabeza de mi verga me volvía loco y trataba constantemente de contenerme mi venida (y a esfuerzo continuo lo lograba). No quería estropear el momento acabando tan rápido.

Cerraba mis ojos y me dejaba llevar. Se me salía uno que otro gemido inconsciente y esto al parecer le gustaba a él. Dejé de arrodillarme para echarme en la cama, de modo que Ramón pudiera verme el rostro directamente.

Había alcanzado la felicidad, tal vez el Nirvana en el momento.

El placer me tenía drogado y relajado. Veía la escena que tanto deseé en vivo y en directo. Ahí estaba, chupando de arriba abajo mientras jugueteaba con mis testículos. Lo curioso es que él seguía con los lentes puestos y yo lo seguía viendo como un profesor. Me miró y yo atiné a mirarlo y gemir espontáneamente. Sus redondos y bien formados blancos glúteos se podían vislumbrar desde la posición en la que estaba. Se manejaba un culazo, cosa que me había dado cuenta desde que comenzaron las clases y cuando se dejó follar la noche anterior.

-Me excitas, Gustavo. Me pones a mil-. Me dijo.

-Tú igual, Ramón. No sabes cómo- le dije sonriendo y acariciando su suave pelo.

-Quiero que te vengas. ¡Quiero verte venir, eh campeón!- me dijo suavemente y sonriendo mientras masturbaba mi pene con una mano y acariciaba mi vientre con la otra.

-V-v-vale- le conteste con los ojos entre cruzados. El hijo de puta sabía cómo masturbar una verga, la lubricación bucal que me había dado lo hacía todo más fácil. Su mano se deslizaba tal cual estuviese llena de lubricante y sus movimientos me harían venir en cualquier momento.

Este se quedó observando mi verga a pocos centímetros de ella y masturbándome con ganas. Él solo quería verme venir a mí, el realmente me deseaba con ganas.

Y en el momento menos esperado, mis músculos se tensaron, mis testículos se contrajeron, Ramón pajeó más rápido mi miembro y 2 chorros de esperma salieron rápidamente al aire y cayeron en pecho.

Ramón siguió masturbando rápido mientras me miraba con una mirada realmente de excitación y seducción, mi semen seguía desparramándose sobre su mano como si estuviese sosteniendo un helado en pleno momento de calor. Me contorneaba de placer y no evite gemir un poco. –Mierda, campeón. ¡Qué lanzamiento el tuyo!- me dijo. Él seguía agitando mi pene y tratando de sacar todo el jugo que quedaba dentro de este.

Le sonreí mientras me calmaba un poco y respiraba entre cortado. –Wau- dije. No me esperaba esos chorrazos, te lo juro.

-Ni yo-. Ramón se lamió los dedos llenos de mi esperma.

-¿Eres catador de semen?- pregunté.

-Está dulce

-No te creo.

-En serio. Prueba un poco.

Recogió un poco de mi semen esparcido en mi pecho con su dedo índice y me lo metió luego en la boca. Probé y sonreí.

-Vaya. Parece que sí.

Él se recostó en mi pierna.

-Mierda que eres recontra proactivo, ¿no?- le dije.

-Pues sí.

-¿No tienes que dictar clases dentro de un rato?

-Pues…sí. Cierto, me olvidé por completo.

-El sexo es tan interesante como las lecturas de Nietzsche, sabes, distrae demasiado.

-Lo mismo pensé a tu edad.

Hubo un poco de silencio.

-Crees que me puedas prest…

-Hay toallas en el cajón. No tomes mucho tiempo y usa el jabón azul, el verde es mío y por nada del mundo cojas el patito amarillo. Yo te llevo a la universidad.

-Eso fue rápido.- le dije.

-Créeme, tú eres rápido, campeón.- me dio una palmada en la panza y se fue súbitamente desnudo a la cocina a prepararse un café